22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Alfonso Baella Herrera,Uso de la palabra
Comunicador

La ola de corrupción parece llevarse consigo a autoridades regionales, municipales y hasta congresales. La resaca llega a fiscales, contralores, jueces, abogados, policías, empresarios y periodistas. La clase dirigente, de nuestra precaria institucionalidad democrática, está cuestionada. La política y la corrupción parecen un sólido matrimonio. Muchos bajan la cabeza apesadumbrados, abatidos y decepcionados. No es para menos; es evidente la deslegitimación del propio sistema.

Pero los peruanos solemos echar la culpa de lo que nos ocurre a los demás. La cultura del reconocimiento del error no es, precisamente, la más extendida. Y por eso, quizá, la primera reacción frente a la corrupción es señalar únicamente a la autoridad. Sin embargo, es bueno también que nos miremos al espejo y asumamos que a regidores, alcaldes, presidentes regionales y congresistas los pusimos allí nosotros mismos. El poder de hacer lo que están haciendo se lo hemos dado nosotros.

Frank Herbert ha dicho que la corrupción lleva infinitos disfraces; eso podría ser un consuelo para no afligirnos. Pero ocurre que no hemos sabido ver más allá de lo evidente. Entonces, es bueno reconocer que parte del problema somos, también, nosotros. Nos ponemos de perfil frente a la cosa pública, nos importan poco las elecciones, no escudriñamos a los candidatos, toleramos la mentira, aceptamos partidos mediocres, autoridades incapaces, líderes falsos, agoreros de medio pelo y, con frecuencia, escogemos en la hora undécima. Elecciones presidenciales, congresales, regionales, municipales o revocatorias son decididas, según todas las encuestas, en por lo menos un 20%, durante la cola antes de votar. ¡No se pasen!

En el fondo no estamos haciendo nuestra tarea. Y así como exigimos virtudes para la autoridad, somos laxos, relajados, light para exigirnos análisis, meticulosidad y pulcritud en la definición sobre a quién le daremos nuestro sagrado voto democrático.

El Perú, en todos sus niveles, requiere otro patrón de liderazgo que implica otro modelo de ciudadanía. Tenemos que planteárnoslo de verdad y ser más audaces. El país está cambiando y camina a otra velocidad. Este verano que pasó, la venta de celulares inteligentes, smartphones, creció 150% y superó el millón de unidades nuevas. Estamos más conectados que nunca, pero no somos capaces de informarnos responsablemente antes de elegir. Más reflexión y compromiso es lo que necesitamos.


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