22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Llegó, se hizo la víctima, protagonizó una jugarreta política y se fue. Alejandro Toledo, con su archiconocido estilo teatrero y huachafo, fue recibido por su ‘portátil’ peruposibilista con una sola intención: hacer acto de presencia sin someterse a las preguntas de la Comisión de Fiscalización y tratar de demostrar que es “víctima de un linchamiento mediático”.

Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com

En entrevista a El Comercio, el expresidente dio otra versión “retocada” de las millonarias inversiones inmobiliarias de su íntimo amigo Josef Maiman. Resulta que el “pata” de la familia Toledo-Karp se ha convertido en su banco de confianza. Además de los inmuebles en Casuarinas y Surco, Toledo admitió que sus casas de Camacho y Punta Sal fueron también pagadas por el “buen Josef”. Aseguró, además, que le cobrará con “menos intereses”. Usando sus palabras, lo que señala Toledo ahora es que ya no está hipotecado al “usurero” banco sino a Maiman. Toledo intenta burlarse de la mayoría con estratagemas simplonas e inverosímiles. Incluso, como globo de ensayo, lanza su candidatura al 2016. Él está sentenciado en el ámbito político. Lo que cuesta entender es que alguien que ha sido presidente no mida la dimensión del problema en el que está metido. Lo que también es inconcebible es que Perú Posible esté acompañando esta forma de enfrentar las acusaciones del expresidente y haya pasado de la lealtad a la complicidad. El Congreso, una vez más, ha hecho el ridículo con el accionar de la Comisión de Fiscalización. Tenemos una grave crisis de representación que explica, muy bien, que solo el 8% de la población respalde a este poder del Estado. Urge una reforma política y de partidos. Esto nos alcanza a todos y, también, al Gobierno Central, que no arregla nada mirando hacia el otro lado. Especialmente si se trata de un grupo político aliado. No basta con señalar que el expresidente no será blindado. Los gestos, y sobre todo los hechos, hablan por sí solos. Es muy peligroso que la ciudadanía comience a meter a ‘todos’ en el mismo saco. Eso solo conduce la democracia al despeñadero.


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