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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
El candidato-presidente Juan Manuel Santos ganó la segunda vuelta electoral en Colombia al candidato uribista Óscar Iván Zuluaga. Se reafirma así la tendencia de presidentes latinoamericanos que no pierden reelecciones inmediatas. La presidencia da una posición de ventaja (acceso a recursos y redes en todo el territorio) que parecen inclinar la balanza cuando se trata de situaciones polarizadas.

Sin embargo, el uribismo se ha consolidado como la principal fuerza política opositora y tendrá al propio expresidente Álvaro Uribe encabezando las críticas a las políticas santistas desde el Senado (incluyendo, obviamente los acuerdos de paz con las FARC y el ELN). ¿Cómo deben intervenir en política expresidentes que, impedidos legalmente de volver a postular, siguen siendo vigentes para el electorado?

Uribe en Colombia, Zelaya en Honduras y hasta cierto punto Fujimori en Perú son una suerte de ‘exes’ que se resisten al retiro y buscan el remember político. Capitalizan y magnifican memorias aprovechando las debilidades de sus sucesores para prolongar su influencia. Su propia evocación divide, genera pasiones, construye identidades. No se puede explicar la política de estos países –Colombia y Perú– sin el uribismo ni el fujimorismo, respectivamente. Para bien o para mal.

Solo si el pasado se institucionaliza –vía un partido que trascienda el liderazgo aglutinador–, el legado puede contribuir a organizar el sistema político. Es decir, solo cuando el ‘ex’ cede el principal protagonismo, la organización gana en autonomía y viabilidad. Precipita una actualización programática del legado. De otro modo, estos proyectos languidecen con aburrimiento (como el odriísmo). Finalmente, depende del electorado qué hacer con el ‘ex’.


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