Carlos Meléndez,Persiana Americana
La última encuesta de GFK ausculta las principales características del estilo de gobierno del presidente Humala. ¿Se trataría de una pérdida crónica de liderazgo –como insisten los analistas– o de una caída en la aprobación de su gestión? Los datos revelan dos noticias para nuestro presidente.
La buena es que, en tres años de gobierno, los peruanos lo percibimos cada vez menos autoritario. En julio del 2012, un 39% de encuestados creía que el presidente tenía un estilo autoritario. Este porcentaje creció al 44% en 2013 y hoy, solo un 30% así lo considera. El halo de autoritarismo que lo cubría, especialmente durante la campaña electoral, se ha ido desvaneciendo. La mala noticia para el mandatario es que, a lo largo de tres años, se lo percibe cada vez más incapaz y sin ánimo de enmendar sus errores. Entre el 2011 y el 2014, los peruanos que creen en su capacidad para el cargo se han reducido del 44 al 28%; quienes piensan que no sabe tomar decisiones decrecieron del 42 al 26% y quienes consideran que ha aprendido de sus errores se redujeron del 56 al 33%.
Quizás lo más preocupante es el alto grado de decepción en la ciudadanía. Su principal carta de renovación política –la honradez– ha dejado de ser un atributo presidencial. Quienes lo estiman honrado se han reducido del 55% al 34% en dos años. Además, su “amor por el Perú”–otrora lema de campaña– es apreciable para un tercio de los encuestados. Por último, apenas uno de cada cinco peruanos cree que está cumpliendo sus promesas.
Al sistema político en su conjunto no le conviene un desprestigio tan alto de la principal autoridad del país. Se impone una autocrítica y mayor humildad –menos caprichos– para contribuir a recuperar la necesaria confianza ciudadana.
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