25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

La Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) como institución política había alzado vuelo durante las administraciones de Alejandro Toledo y Alan García.

Carlos Meléndez,Persiana americana
Se había convertido en la instancia para coordinar reformas descentralistas y participativas y como núcleo de diálogo ante la conflictividad social, respectivamente. La gestión de Humala ha hecho involucionar a esta institución, restándole autonomía y relevancia, tal como fue durante el autoritarismo fujimorista.

El politólogo Omar Awapara propone un análisis de la PCM en relación con su contexto político. Cuando la oposición no está centralizada en el Parlamento, se requiere un órgano de gestión mayor para entablar acuerdos con sindicatos, frentes regionales y gremios empresariales. Así lo entendieron las gestiones de Toledo y García, como una plataforma que –sin descuidar el trabajo tecnocrático– fuese instrumento político al servicio de la gobernabilidad.

Dada su naturaleza normativa, los gobiernos de turno tienen alta discrecionalidad para moldear la PCM según sus intereses. Es así que, durante el fujimorismo autoritario (1992 en adelante), esta institución se caracterizó por estos tres elementos: restricción y potenciación del ámbito técnico, pérdida de responsabilidades y protagonismos políticos, y sujeción a poderes informales (como Vladimiro Montesinos).

El rol otorgado por la gestión Humala a la PCM replica el perfil fujimorista. Responde a una lógica de centralización del poder (con injerencia de la primera dama) y control autoritario del Ejecutivo, en el que simplemente se abandona toda posibilidad de diálogo político tanto con la oposición partidaria como la social. El apego exacerbado a la tecnocracia agudiza su perfil anti-político.


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