En marzo del 2011, en plena campaña electoral, el entonces candidato presidencial de Gana Perú, Ollanta Humala, ofrecía a los electores “un gobierno austero que no malgaste recursos en gastos suntuosos que son una cachetada a la pobreza”.
Humala ganó las elecciones en segunda vuelta, pero no llegó solo al poder. Detrás de él ingresaron 130 parlamentarios que han encontrado en el argumento de la “representación” la oportunidad de contar con un aumento real en sus remuneraciones.
A los ‘padres de la patria’ no les ha interesado si fracasaron en el intento de construir consensos para elegir al nuevo defensor del Pueblo o a los nuevos integrantes del Tribunal Constitucional y del Banco Central de Reserva.
Tampoco consideraron importante cumplir con la palabra empeñada durante la campaña para mantener la austeridad y mejorar la imagen de la institución parlamentaria, tan venida a menos en las últimas gestiones.
Lo importante para los señores congresistas ha sido construir el consenso casi unánime para aumentarse los ingresos y ganar S/.30 mil al mes. Con algunas honrosas excepciones, casi la totalidad de nuestro cuerpo legislativo ha cerrado filas en torno a este incremento salarial disfrazado de bono para gastos de representación.
Pero ese aumento ni siquiera lo usarán para sus viajes. En las últimas horas se ha confirmado que cada legislador recibe, aparte del bono, hasta cuatro pasajes aéreos para trasladarse a sus jurisdicciones.
¿En qué se gasta el bono? Tal vez en obsequios cada vez que son elegidos padrinos o como ‘caja chica’, tomándole la palabra a Fredy Otárola. Lo cierto es que por ese monto que se abona a la cuenta de cada parlamentario no se rinden cuentas, ni ellos quieren hacerlo.
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