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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
Las clasificaciones a la siguiente ronda en el Mundial de Fútbol de las selecciones de Chile y Colombia llegaron a altos niveles de violencia en estos países. Al día siguiente de la victoria de Colombia frente a Grecia, se contabilizaron 9 muertos en Bogotá, además de heridos con motivo de los ‘festejos’. Después del triunfo de Chile contra España, 560 buses del Transantiago quedaron con daños y 40 de sus conductores lesionados, e incluso algunos secuestrados por la hinchada eufórica.

Las medidas no se hicieron esperar. La alcaldía de Bogotá declaró ley seca para los siguientes partidos de la selección cafetera y los transportistas de Transantiago convocaron a un paro para el día del partido entre Chile y Holanda (‘felizmente’ perdieron los chilenos). ¿A qué se debe este tipo de reacciones violentas de la afición futbolera, que trasciende las ‘barras bravas’ y contagia al hincha promedio?

Una de las hipótesis para explicar este fenómeno es la del “nuevo rico futbolero”. Países con alta identificación con este deporte y por primera vez exitosos a escala mundial son incapaces de procesar ordenadamente su satisfacción con el nuevo estatus y reaccionan con anomia. El analista chileno Eduardo Santa Cruz considera que en Chile existe un discurso “exitista enfermo” (sic): “Todo esto de que ahora somos un país OCDE lo exacerba…y se cuela a los deportes, que son un lugar donde los países se prueban”. Desde Santiago, el tuitero @anulolbapnauj describe sencillamente el “síndrome de nuevo rico futbolero”: “Exitismo, egocentrismo, obsesión con cómo nos ve el mundo, inconsistencia de estatus (choolingans y chauvinismo)”.

Pero usted, lector peruano, no se preocupe. Nosotros, en fútbol, aún seguimos por debajo de la línea de la pobreza.


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