25.NOV Lunes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

La semana pasada varias iniciativas convocaron a “tomar la calle” en protesta contra el incremento de sueldos de ministros, el asesinato de estudiantes en Venezuela, la violencia contra la mujer y la discriminación hacia los homosexuales. Sin embargo, pasaron casi inadvertidas.

Carlos Meléndez,Persiana americana
No cabe duda que los motivos de estas manifestaciones son legítimos. Algunos, incluso, populares. Un 84% desaprueba las remuneraciones ministeriales (Ipsos). Pero la masificación de estos malestares requiere, además, identidad movilizadora y discurso integrador y estratégico.

En las protestas políticas las lidias partidistas impiden forjar unidad. Primero, las discrepancias entre izquierdistas y apristas –opuestos a los jornales ministeriales– y entre liberales y apristas –contra el autoritarismo chavista– terminan con mayor trascendencia mediática. Segundo, actores poderosos, por acción u omisión, escudan a partes involucradas impidiendo mayor propagación. Tecnócratas justifican los incrementos salariales; el nacionalismo mientras se reservaba posición sobre los crímenes de su (¿ex?) padrino político.

En las protestas de género primó el repertorio simbólico. Bailar para celebrar la dignidad de la mujer y besos entre parejas gays pueden impactar públicamente, pero su trascendencia requiere de voceros capaces de plantear la problemática en términos de políticas públicas. En el caso de Un Billón de Pie, sin embargo, la sobre exposición de sus promotores ponía en duda el apoyo a un fin justo frente a una estrategia de marketing personal. Besos contra la Homofobia, en cambio, precisa paciencia y tenacidad ante una sociedad conservadora y presta a la fácil represión.

Por ahora, los limeños no toman la calle. En el mejor de los casos, los sorbos son agrios.


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