Carlos Meléndez,Persiana Americana
Imagínese un continuo. En un extremo, quienes abrazaron la izquierda latinoamericana más rancia y hoy practican autocríticas severas sobre sus preceptos más cuestionados por la realidad. Al medio, izquierdistas que esbozan un guiño de autocrítica pero se rehúsan a ‘traicionar’ sus dogmas. En el otro extremo están los izquierdistas contumaces, quienes se hacen los locos sobre la inconsistencia entre su ideología y la historia, entre su ética y su estilo de vida.
En el primer polo estaría Eduardo Galeano, célebre autor del “Las venas abiertas…”, quien hace poco reconoció que su best seller –recomendado por Chávez a Obama– fue escrito sin el debido conocimiento de economía e historia. Y si caben dudas, añadió que “la prosa tradicional de izquierda es pesadísima”.
En el centro estaría el trovador “revolucionario” Silvio Rodríguez, quien sorprendiera en una reciente entrevista confesando que –oh primicia– la gente en Cuba “está muy jodida”. “Cuando uno cantaba Te convido a creerme cuando digo futuro realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que (el comunismo) iba a ser otro”. Reconoce que vive en una posición más cómoda que el promedio cubano, pero vamos, sigue ofreciendo su música al régimen.
En el otro polo, ‘Mocha’ García Naranjo, una de las políticas de izquierda peruana más exitosa (exvocera de campaña electoral, exministra y exembajadora), es cuestionada por su inconsistencia programática, representando diplomáticamente a un gobierno que traicionó a sus aliados zurdos. Pero lo que cuesta más entender es su necesidad de bienes tan suntuosos como un Maserati –de ser cierto el rumor–, en alguien que en los gremios campesinos y los comités de “vaso de leche” se caracterizó por su humildad y sencillez.
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