Carlos Meléndez,Persiana Americana
Marco Tulio Gutiérrez es el primero de su tipo que salió a la luz pública tan flagrantemente. Abogado, “experto en legislación municipal”, asesor y operador político a discreción, responsable de resolver el encargo que el líder político necesita. Su frágil lealtad política y sus formas heterodoxas en el verbo y la maniobra despertaron la indignación de sus rivales. Hoy su (¿mal?) ejemplo ha cundido y ha pasado a formar parte de la fauna política de “escuderos”, “especialistas 2.0” y opinólogos. Víctor Guerrero y Juan Carlos Becerra decidieron hace un par de años promover una nueva organización política. Leyeron la letra chiquita de la legislación vigente e identificaron que formar una organización política local no es algo tan oneroso y puede ser el vehículo para alguna candidatura a la municipalidad capitalina. Así, en medio de la demanda desesperada de políticos sin partidos, estos ‘Marco Turbio’ hicieron click con una Villarán reeleccionista en apuros. Pero, en este bajo mundo, las actas de compromiso y las fotografías no tienen valor. Así, Guerrero quedó afuera, Becerra como candidato número tres a regidor y Villarán, a quien se le recomendaba hacer ‘real politik’, terminó haciendo real politiquería.
La dinámica de la política sin partidos requiere este tipo de infraestructura organizativa. Es decir, ‘services’ políticos que crean ‘vientres de alquiler’, recolectan firmas, arman campañas de revocación y ‘fundan’ comités distritales. Se trata de los ‘Marco Turbio’ como ‘brokers’ políticos a sueldo o con intereses más mundanos que acortan la distancia entre el sueño de un ‘outsider’ que despierta un día con ganas de ser alcalde o presidente y su registro ante el JNE. La dinámica partidaria se ha ‘tercerizado’ e informalizado aún más.
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