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Opinión

En junio último se constituyó el Frente Amplio de Izquierda, una especie de reedición de la IU de la década de 1980. A dos meses del hecho, lo que sorprende de esta agrupación es su silencio.

Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com

Han publicado algún comunicado, pero no hay dirigentes que hayan salido a hablar a nombre de su agrupación.

Temas para opinar no han faltado: discurso presidencial, problemas en la economía, Ley del Servicio Civil, Ley Universitaria, ataques al procurador anticorrupción Julio Arbizu, huelga del sector Salud, marcha de cafetaleros y pedido de diálogo del Ejecutivo.

Porque para adquirir presencia –y vigencia– no basta con marchar tras una banderola. ¿No le parece importante a este nuevo frente amplio, por ejemplo, pedir ser integrados al diálogo con el Gobierno? Bien podría Salomón Lerner encabezar una delegación para hablar con el primer ministro.

¿O es que quieren reducirse a mantener un perfil bajo, recoger firmas y participar en las elecciones? Si esa es su opción, estarán repitiendo itinerarios que han concluido en el fracaso. Está visto que esos proyectos de perfil bajo y de esperar las elecciones, como si fueran el único gran escenario de la lucha política, terminan con un acuchillamiento previo entre las tendencias. Un final malhadado que ocurre porque durante los meses previos no se construye una experiencia política común que brinde la visibilidad necesaria y la confianza mutua para tomar las siempre conflictivas decisiones electorales.

El silencio del FAI hace pensar que no han podido superar los recelos, y que las diferencias internas son tan profundas que ni siquiera pueden nombrar una dirección nacional que dé la cara por el Frente.

Así las cosas, y sin olvidar lo bueno, lo malo y lo feo de experiencias previas, bien harían los jóvenes en tomar la iniciativa. No se trata de mandar a los viejos a la tumba, pero sí de allanar el camino para renovar una izquierda que, si no, seguirá anquilosada y sin capacidad de convocatoria.


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