Coincidiendo con la excesiva prisión preventiva contra Ollanta Humala y Nadine Heredia, la cúpula familiar que dirige Fuerza Popular ha llegado a un punto de tensión poco imaginable hasta hace unos meses. ¿Qué ha llevado las cosas hasta el punto en el que Kenji Fujimori ha sido sancionado por la mayoría de la bancada de Fuerza Popular, y Alberto Fujimori ha debido salir en su defensa y criticar como infraterna la medida contra su hijo menor?
A propósito de esto, sin duda el tuit más cargado de pólvora –y que mejor resume el origen de la crisis político-familiar– es ese en el que Fujimori padre plantea, entre otras, una pregunta retórica sobre el porqué de la sanción contra Kenji: “¿Porque ha estado luchando como buen hijo por la libertad de su padre?”, lo que, ciertamente, se lee más como afirmación que como interrogante.
Si el origen del conflicto entre Keiko y Kenji Fujimori es la posible libertad de su padre, o incluso la probabilidad de que cumpla condena en su domicilio, esto indicaría que, para la dos veces ex candidata presidencial, la salida de prisión de su padre acarrearía un grave problema para su liderazgo o, en todo caso, un escenario en el que se constituiría un nada deseado liderazgo compartido.
Imaginar este escenario no supone necesariamente que Alberto Fujimori, una vez en libertad, postule a la presidencia de la República en 2021: sin necesidad de tal situación extrema, sería para Keiko Fujmori un personaje incómodo por sus muy posibles intromisiones. Más aún, es posible que la jefa de Fuerza Popular y su entorno más íntimo estén calculando que el enorme peso político y mediático del ex mandatario debilitaría la “figura presidencial” de la candidata y su capacidad de partir y repartir el poder como lo ha hecho durante los últimos años y lo sigue haciendo en la actualidad.
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