18.MAY Sábado, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

La semana pasada se cumplió el plazo para que militantes de partidos políticos renuncien a sus membresías en aras de candidatear este año bajo otras filas. Una de las salidas que no pasó inadvertida por la prensa fue la de Daniel Salaverry (1972) del APRA.

Carlos Meléndez,Persiana americana
Regidor provincial de Trujillo elegido en el 2006, obtuvo el segundo puesto en las elecciones para alcalde provincial en el 2010. A pesar de no contar con el respaldo cohesionado de su partido, Salaverry estuvo cerca de “recuperar” Trujillo, quedando a solo 3 puntos porcentuales de César Acuña, cuya maquinaria electoral y acceso a recursos públicos le facilitó la ajustada victoria. Carismático y activo políticamente, se auguraba a Salaverry un futuro promisorio en el partido de la estrella. Hoy, su ficha en Infogob registra que “no tiene afiliación vigente a ninguna agrupación política”.

¿Qué sucedió? ¿Cuándo un partido pierde su atractivo? ¿Cuándo un político toma el riesgo y asume los costos del movimiento independiente?

Los partidos tradicionales arrastran estructuras de poder conservadoras. En Lima, como en los centros regionales, las decisiones son controladas por anquilosadas dirigencias cuya sobrevivencia consiste en el control interno de las correlaciones de fuerzas. En su mayoría ensimismadas, la renovación tiene como requisito no retar las jerarquías.

Estas organizaciones no ofrecen canales transparentes de carrera política, no practican la democracia interna y privilegian intereses particulares. La recuperación del caudal electoral pasa a un segundo plano. Así, la renuncia de figuras promisorias se explica cuando el capital político personal es más ventajoso que lo poco que ofrecen los partidos. Nadie más que ellos son responsables de su debacle.


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