25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

A muchos ha llamado la atención el uso peculiar del término “fascista” que emplea Nicolás Maduro, especialmente en referencia a las recientes movilizaciones opositoras al chavismo. El “socialismo del siglo XXI” ha elaborado un glosario que es parte de su sobrevivencia política.

Carlos Meléndez,Persiana americana
El primero que utilizó “fascista” para referirse a sus enemigos fue Fidel Castro cuando EE.UU., mediante la ley Helms-Burton, radicalizó el bloqueo contra Cuba en los años 90. “Genocida” fue destinado a señalar el impacto de estas medidas en el pueblo cubano.

Qué duda cabe de que la isla ha sido la principal creadora y difusora del glosario socialista del siglo XXI. “Fascista” identifica a críticos de los autoritarismos de izquierda; “genocida” asocia la conducta de los rivales con la violación de derechos humanos.

Casi toda gestión de izquierda es “revolucionaria” y parte de un “proceso”. Ya no es condición necesaria implementar políticas de cambio social estructural para que una gestión sea “revolucionaria”. Correa llama a su gobierno “Revolución Ciudadana”, pero mantiene el “maldito dólar yanqui”. Asimismo, la idea de “proceso” justifica cualquier política (también las arbitrarias) como medio para fines que no sabemos cuándo sucederán. Es la más perversa etiqueta para promover el autoritarismo ad infinitum. “Justicia” es venganza; “democracia”, cualquier cosa. Según Sidney Tarrow, las palabras juegan un rol importante en la construcción, duración y difusión de la política contenciosa. Son símbolos de lucha tan relevantes como las estrategias de movilización. No veamos solo sus contenidos semánticos sino cómo, por su polisemia, las élites transmiten objetivos políticos que, frecuentemente, atentan contra la democracia y la contención social.


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