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Opinión

El vicepremier Taro Aso presentó el problema con una brutal incorrección política: “Los viejos tienen que morirse más deprisa”.

Ricardo Lago,Uso de la palabra
Economista y Asesor Financiero

En 2012 se vendieron en Japón más pañales para adultos que para niños. El declive demográfico es el principal obstáculo al crecimiento de la economía japonesa; cada vez menos trabajadores y más jubilados, más consumo y menos ahorro, más deuda pública y menos inversión. No parece que la economía japonesa pueda crecer a más del 1.5% anual en el futuro previsible.

Por eso sorprende el entusiasmo que ha despertado la estrategia económica del premier Shinzo Abe, conocida como Abenomics, que consta de “tres flechas”: fuertes emisiones monetarias, masivo estímulo fiscal inicial, y reformas pro competitividad (que están en veremos.)

El estereotipo periodístico es que desde que, en 1992, se desinfló la colosal burbuja bursátil e inmobiliaria de los ochenta, Japón ha estado en recesión y deflación por falta de estímulos macroeconómicos. En realidad lo que muestran las cifras es más bien crecimiento muy lento y estancamiento de precios, ambos con subibajas. Los sucesivos gobiernos han experimentado con estímulos monetarios y fiscales en varias ocasiones y sin éxito. Entonces, Abenomics no es nada nuevo, salvo en su contundencia. Si el gobierno no encara el reto de acoplar el reparto intergeneracional a su realidad demográfica, Abenomics fracasará.

Hace unos meses el vicepremier Taro Aso diagnosticó el problema con una brutal incorrección política que sorprendentemente no provocó su dimisión: “los viejos tienen que morirse más deprisa.” Pero más allá de la retórica, ningún gobierno se ha atrevido a plantear el aumento paulatino y suficiente en la edad de jubilación (el promedio actual es 61 años) y la adecuación de las pensiones a las posibilidades del erario público. La secuela ha sido el crecimiento incontrolado en la deuda pública de 60% del PBI en 1992 a 220% en 2013. Hasta ahora el ahorro privado interno ha sido capaz de absorber el creciente endeudamiento público. Pero a partir del 2013, el financiamiento dependerá también de la voluntad de los mercados financieros internacionales.

Abenomics tiene que aceptar la realidad demográfica. Pues en otro caso, no conseguirá sino inflación y devaluación del yen. El despegue de la tasa de interés de la deuda –ahora en 0.7%– no se haría esperar y la creciente carga de los intereses haría aún más explosiva la trayectoria del déficit y deuda públicos. Con lo que la próxima gran crisis financiera mundial vendría de la mano de Japón.


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