10.MAY Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
Clasificados
Opinión

Alfonso Baella Herrera,Uso de la palabra
Comunicador

La titular del Tercer Juzgado de Investigación Preparatoria de Piura, Marleny Bustamante Vásquez, avalando el pedido de la Fiscalía, ordenó nueve meses de prisión preventiva contra Paul Olórtiga Contreras por presuntos delitos de parricidio, asesinato, feminicidio y lesiones graves contra su esposa, la fundadora de Corazón Serrano, Edita Guerrero.

Seguramente la jueza Bustamante ha merituado con objetividad las pruebas presentadas, aunque resulta por lo menos extraño que la necropsia realizada señale ahora una luxación occipito-atloidea, es decir, una lesión al nivel de la primera vértebra cervical, como resultado de un fuerte golpe “producido por un puntapié”.

Es extraño, porque la muerte de Edita Guerrero se produjo, según los tres doctores que la trataron Aldo Vences Balta, Pablo Sánchez Barrera y John Mogollón Aparicio, luego de que se “detectara un sangrado en un aneurisma cerebral”, que ya la había apartado de los escenarios meses atrás y que a finales de febrero de este año la llevó al hospital Cayetano Heredia y luego a la clínica Belén, en Piura. Sin embargo, durante su estadía en el hospital estuvo lúcida y por sus propios medios se trasladó a la clínica, y jamás hizo referencia a golpes, moretones ni a las 36 lesiones de necesidad mortal o graves, del informe forense, e increíblemente los familiares que la acompañaron, durante los sietes días que estuvo internada, tampoco. ¿Por qué no vieron entonces lo que ahora sí?

Ocurre además que, horas antes del pronunciamiento judicial, indignadas mujeres lanzaron piedras, huevos, pintura y hasta basura a las paredes y puertas del inmueble donde vivían los hijos de Olórtiga motivadas solo por la decisión de suspender la audiencia en la cual se conocería la nueva situación legal del sospechoso esposo.

A estas alturas es legítimo preguntarnos si la jueza Bustamante habría podido o, mejor dicho, si se habría atrevido a fallar de otra manera. ¿Qué le habría ocurrido a ella y a su carrera judicial si no encarcelaba a Olórtiga?¿Qué le habría dicho la prensa, que armó reportajes con testimonios de vecinos en una “atractiva” historia de violencia familiar?

Aquí la impresión es de apresuramiento, temor y presión. Olórtiga, si es culpable, debe ser sentenciado, pero lo que parece es una suerte de pena adelantada. Este es un linchamiento y una condena mediática que poco prestigian a la prensa y la justicia del Perú.


Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.