25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

Cuando Elizabeth, la psíquica, dijo que la entidad se encontraba entre nosotros, la temperatura de la habitación descendió como si de pronto hubiesen subido el aire acondicionado.

Carlos Carlín,Habla.Babas
ccarlin@peru21.com

Cuando Elizabeth, la psíquica, dijo que la entidad se encontraba entre nosotros, la temperatura de la habitación descendió como si de pronto hubiesen subido el aire acondicionado. Era una casona de 1800 que, según nos dijeron, sirvió como alojamiento a Don José de San Martín. Hoy viven en ella un anciano, sus dos hijas y, según ellos, también los acompaña un hombre alto y fuerte que los despierta por las noches, les tira las puertas y no los deja vivir en paz. Cuando empezamos a grabar, los únicos que estábamos dentro de la casa éramos el equipo de realización, los psíquicos (que entraban uno a uno) y yo. No había nadie más y ninguno supo explicar quién demonios golpeó con fuerza tres veces la puerta de la habitación de al lado que, teníamos claro, estaba vacía. Elizabeth continuó contándonos que ese ser vivía en la casa y que no se iría jamás. Mi instinto me dijo: “Lárgate inmediatamente”. La cogí de la mano y dije: “Vámonos”. Ella ya había protagonizado un episodio terrorífico la madrugada anterior en la Fortaleza del Real Felipe y yo temía que volviera a suceder algo parecido, pero ninguno de los que estábamos ahí estaba preparado para lo que tuvimos que vivir. Lo que sigue lo verán, sin actuaciones ni trucos de TV, en los próximos episodios de PSÍQUICOS.


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