Todo comenzó en abril de 1990, en plenas elecciones presidenciales. Mario Vargas Llosa, candidato del Frente Democrático (Fredemo), era el favorito para suceder a Alan García en Palacio de Gobierno. Tenía más de 50% en las encuestas.
Sin embargo, comenzó a aparecer la tímida figura de Alberto Fujimori, hasta aquel momento, su pequeño rival de la desconocida agrupación Cambio 90.
Gracias al desastre económico dejado por el Apra, al desengaño de los peruanos hacia los llamados partidos tradicionales y a los errores de campaña del Fredemo, el exrector de la Universidad Agraria logró lo inesperado: pasar a la segunda vuelta a escasos tres puntos del laureado escritor. Según los resultados oficiales: Vargas Llosa obtuvo 32.6% y Fujimori 29.2%.
Entonces, comenzó la verdadera pelea por la presidencia: era el prestigioso novelista versus el ‘chinito’ que tenía como símbolo un tractor. El 3 de junio, el día del debate, el ahora condenado exmandatario sacó a relucir que su rival, “el doctor Vargas”, había consumido drogas, que tenía todo el respaldo económico y que era el verdadero continuismo. Una semana después, los peruanos fueron a las urnas: Fujimori derrotó al candidato más fuerte con una amplia diferencia: 62.4% frente a 37.6%.
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