25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

Rafael Correa aún celebraba sus siete años de gobierno cuando, intempestivamente, los quiteños le daban la espalda a su candidato municipal. El actual alcalde de Quito y candidato a la reelección, Augusto Barrera, hace dos meses superaba en 16 puntos porcentuales a su oponente Mauricio Rodas. El miércoles, ultimo día para la publicación de encuestas, se dio a conocer un empate técnico entre ambos.

Carlos Meléndez,Persiana americana
Ante la amenaza de una derrota correísta en Quito, Correa ha salido con todo. Ha escrito una carta a la “militancia” (sic) de Alianza País sermoneando sobre su falta de disciplina. “Votar por Augusto (Barrera) es votar por la Revolución Ciudadana”, subraya. Los asambleístas correístas –en convenientes vacaciones– se han sumado a reforzar el proselitismo oficialista. El alcalde encargado de la ciudad anunció hace dos días la reducción de multas vehiculares y la suspensión del pago de peajes. El gobierno está haciendo lo posible para evitar un fracaso en la capital. ¿Por qué?

Las elecciones subnacionales del próximo 23 de febrero podrían demostrar la inviabilidad de un correísmo sin Correa. Las derrotas seguras en Guayaquil y Machala, y las posibles en Quito y otras ciudades principales corroborarían la incapacidad de endose político del presidente. La ‘Revolución Ciudadana’ es un proyecto personalista, jerárquico, sin partido autónomo del Estado ni cuadros que eventualmente tomen la posta. La egolatría del líder es su capital político y su condena. Sin fuerzas opositoras de fuste, los correístas se desesperan ante la inminencia de su alta dependencia de su mandamás. Esa sería su principal capitulación: percatarse de que la continuidad del proceso los conduce, inevitablemente, a agudizar su autoritarismo.


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