Carlos Meléndez,Persiana americana
Nuestros presidentes arrancan su gestión con una aprobación entre el 55 y el 60%. El reto en el primer año es alargar la “luna de miel”. Humala y García mantuvieron un promedio anual de 54 y 50%, respectivamente (Toledo 32%). El segundo año acentúa la caída, aunque dependiente de los vaivenes de la política. Otra vez, Humala tuvo un mejor promedio (48%) que García (32%) y Toledo (20%). Considero que el éxito relativo del actual mandatario se debió a la capitalización del antifujimorismo y el anti-aprismo, a través de medidas como la negativa al indulto a Alberto Fujimori y las investigaciones a Alan García. Así, el apoyo recibido fue prestado.
El tercer año es mediocremente estable. El promedio de aprobación de García fue de 26%, el de Toledo 11%. Mientras, desde agosto del 2013, el promedio aprobatorio de Humala (27%) es similar al de García, acusando recibo de una estrepitosa baja. El “efecto post Haya” se comporta semejante a la ruptura de la inercia que ejercen los veranos en la popularidad presidencial. (Por ejemplo, García pasó del 25 al 32% en febrero del 2009). Esta tendencia al mediano equilibrio, augura una aprobación promedio inferior al 30%. La correlación de las aprobaciones de Humala, García y Toledo muestra que el modelo de “piloto automático” (disciplina económica, reducido gasto social) genera también una desaprobación sistemática, casi inalterable a la voluntad política de los gobernantes de turno.
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