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Opinión

En Venezuela, pasados los 40 días de protesta popular contra el Gobierno de Maduro, los hechos de violencia han dejado un saldo de 31 muertos, más de 450 heridos y casi 2,000 detenidos 121 de ellos aún en prisión y más de 60 denuncias de torturas, previsibles, luego de que la defensora del Pueblo, la venezolana Gabriela Ramírez, justificó la tortura como método para obtener información de los estudiantes detenidos.

Alfonso Baella,Uso de la palabra
Analista político
alfonso@baella.com

En Venezuela, pasados los 40 días de protesta popular contra el Gobierno de Maduro, los hechos de violencia han dejado un saldo de 31 muertos, más de 450 heridos y casi 2,000 detenidos 121 de ellos aún en prisión y más de 60 denuncias de torturas, previsibles, luego de que la defensora del Pueblo, la venezolana Gabriela Ramírez, justificó la tortura como método para obtener información de los estudiantes detenidos.

Decenas de medios de comunicación han sido clausurados y muchos periodistas han sufrido ya los embates del nulo respeto por la libertad de expresión. Internet y las redes sociales, con dificultad, son todavía ese hálito que nos permite comprobar que el espíritu de los estudiantes venezolanos sólo se reafirma con cada nueva agresión.

En las últimas horas se ha producido la detención de dos alcaldes opositores, uno de ellos sentenciado el mismo día por un tribunal, y se está buscando retirar la inmunidad parlamentaria y “enjuiciar” a la diputada opositora María Corina Machado por denunciar atropellos y crímenes; y Leopoldo López –otro líder importante–sigue en prisión sin derecho a un debido proceso. Lo evidente es que frente a los asesinatos no hay culpables, frente a los heridos no hay responsables y frente a los torturados y violados no existe ninguna institución capaz de acoger al ciudadano.

Ayer vía RPP, nuestro Nobel, Mario Vargas Llosa, dijo que lo que ocurre en Venezuela es también producto de la complacencia de timoratos gobiernos latinoamericanos, “no son capaces de salir al frente cuando la democracia se envilece o se degrada; no hay convicciones suficientes”. Es verdad, el Perú parece hoy uno de esos países.

Y cada vez que al gobierno del presidente Humala se le exige una posición, su respuesta es temerosa. Cualquier cosa cabe menos indisponer a Nicolás Maduro. La libertad o, mejor dicho, la falta de esta no parece tampoco ser algo que mortifique a nuestro primer mandatario que acude en pos del escritor cada vez que siente que el agua le llega al cuello pero que tan pronto escucha “Venezuela” –de sus labios–mira al cielo.

Una banderola creada por los estudiantes dice “Las dictaduras no salen con votos, salen con calle”. Hoy las calles se coordinan desde las redes sociales y, por eso, donde hay protesta popular, los gobiernos autoritarios buscan controlarlas. Debemos seguir bregando por la libertad al lado de los jóvenes venezolanos, pero tenemos que comprender que la tragedia que ellos viven también podría ser nuestra aunque, por ahora que eso no ocurra, todavía nos lo puede asegurar nuestro afamado escritor.


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