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Opinión

La salida de un primer ministro como Juan Jiménez Mayor, tan opaco y tan poco hábil políticamente, pero a la vez tan dócil, útil y tan conveniente para los fines políticos de la primera dama Nadine Heredia y del presidente Ollanta Humala, demoró mucho, y solo se produjo porque cometió tantos y tan gruesos errores que mantenerlo hubiese sido un suicidio político.

Enrique Castillo,Opina.21
ecastillo@peru21.com

Mientras más aparecía y declaraba, más caían su aprobación y su credibilidad. Mientras más impulsaba su improvisado diálogo político, era más desautorizado por el presidente, más se distanciaba de las fuerzas políticas y más se diluía su esfuerzo.

Seguro que hasta quienes lo defendían sufrían al ver cómo el jefe de Estado o la realidad le enmendaban la plana.

Pero muchos esperaban más de un justificado cambio. Y estos no se produjeron. ¿Por qué? Nadie entiende cómo evalúa el presidente –o quien tenga a su cargo esa tarea– a los ministros del régimen. No se sabe qué indicadores o criterios se utilizan.

Pero lo cierto es que este gabinete tiene varios ministros que en cualquier evaluación objetiva –política, técnica, por resultados, por encuestas, etc.– ya habrían salido jalados y reemplazados.

Y el querer hacer los menores cambios posibles no es una buena y razonable justificación, porque si de eso se trata, ¿entonces hay que dejar que la delincuencia mate a mucha gente inocente o que la prioridad de nuestras relaciones exteriores sea la compra de un avión presidencial, con tal de parecer un gobierno serio? ¿Qué contradicción, no?

Algunos apoyan la tesis de pocos cambios amparándose en las cifras que hoy tiene el Perú.

Y, claro, no son malas, pero no hubiesen sido regulares y podrían ser mucho mejores si a este gobierno no le faltase ambición, y si tuviese la grandeza de llamar a verdaderos profesionales, gente seria y con liderazgo, para poner a andar aquellos sectores que hoy solo nos ofrecen más promesas, justificaciones y/o postergaciones.


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