Cambiar de casa es más que moverse de un lado a otro. También implica un costo a nivel psicológico, sobre todo para los hijos. Los adultos pueden ser pragmáticos al respecto y tomar la decisión de mudarse basados más en lo racional que en lo emotivo. Es común que muchas familias deban cambiar de ciudad debido al trabajo de papá o mamá. También es frecuente que familias que no cuentan con casa propia deban buscar un nuevo hogar al término de cada alquiler. En fin, las razones son variadas. Sin embargo, ¿cómo manejar este escenario con los hijos?
Hay que tener en cuenta que, para un niño o un adolescente, mudarse implica dejar el barrio, alejarse de sus amigos, hasta cambiar de colegio y convertirse en el “chico nuevo”. Es decir, se les retiran elementos a los que están ligados afectivamente para que empiecen desde cero, un proceso que demanda esfuerzo. Para evitar conflictos, es necesario que los padres dialoguen con sus hijos y expliquen, con claridad y paciencia, los motivos de la mudanza. Asimismo, es recomendable tomar en cuenta las opiniones y los sentimientos de sus hijos, de modo que se sientan apoyados. Nada peor que informales la noticia a último momento e iniciar la mudanza de buenas a primeras. De hecho, resulta conveniente involucrarlos en el proceso. Por ejemplo, pueden participar en la elección de la casa, del color de sus futuras habitaciones o de la zona donde van a vivir. Todo ello ayuda mucho a procesar positivamente la transición.
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