Carlos Meléndez,Persiana Americana
El contexto histórico importa para la formación política. Por ejemplo, quienes sufrieron en carne propia dictaduras tienden a valorar más la democracia; quienes padecieron la exclusión y la persecución tienden a afianzar más sus identidades políticas.
Esta premisa permite criticar cuál es el ambiente en el que se forman las nuevas generaciones de izquierdistas peruanos. A estos muchachos –que hoy renuncian a candidaturas a concejales o las justifican– la Marcha de los Cuatro Suyos les suena muy lejana. Despertaron su conciencia social por el ‘Baguazo’ y su referente simbólico es la magnificada protesta contra la repartija. ¿Cuál es la consistencia política de estos jóvenes unidos por el antifujimorismo y el antiaprismo?
Para colmo, su socialización política se da en un contexto sin partidos y con una ideología hoy marginal para el sentido común. No saben qué es movilizar (se esfuerzan en redes sociales virtuales, pero se pierden en las reales), fundan y fragmentan ‘proyectos’, rompen coaliciones con decepcionada frecuencia. Su profundidad intelectual es de bloguero, sus “luminarias” son sus tíos columnistas que repiten las ideas (¿?) de un caricaturesco Atilio Borón y, en el mejor caso, estudian alguna carrera de sociales para ser consultores de la MuniLima (su máximo temor es terminar de promotor social de minera, pero chamba es chamba). Su intelectual orgánico es experto en el copy-paste de “pronunciamientos”.
Me temo que los ‘caviar kids’ son peores políticos que sus mayores. Heredaron la facilidad de indignarse, pero no la realpolitik de la lucha social in situ. No han actualizado sus ideas ante una sociedad más informal e insegura. Viven en el cuento de hadas de un pueblo durmiente y de un príncipe ‘outsider’ que nunca llega.
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