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Opinión

Si la actitud de permanente confrontación, desprecio por las críticas, y de cierta soberbia que muestran el presidente Ollanta Humala y los miembros de su gabinete –empezando por el Primer Ministro– son producto de la recomendación de algún o algunos asesores, el Jefe de Estado debería despedirlos de inmediato y enmendar el rumbo.

Enrique Castillo,Opina.21
ecastillo@peru21.com

La caída libre de su aprobación desde febrero–así como la de su esposa– es la mejor prueba de que muchas decisiones y acciones que nacen en el Ejecutivo no están funcionando.

Por el contrario, les están haciendo un severo daño al Gobierno y al país.

Más allá del tema de la negativa del indulto a Fujimori, que resulta muy controversial y que divide al país en mitades, queda comprobado que los permanentes ataques del Presidente, del Primer Ministro y del Ministro de Defensa a los adversarios políticos, a los críticos y a los periodistas; el evidente “blindaje” a Alejandro Toledo; la incapacidad manifiesta en la lucha contra la inseguridad ciudadana; la permanencia de varios ministros a quienes el cargo les quedó muy grande; la falta de capacidad para traducir en decisiones y acciones concretas el discurso pro empresarial; y, por sobre todo, el “juego” de mantener vigente la incertidumbre sobre la postulación de la esposa del Presidente en el 2016; pueden acabar pulverizando la aprobación presidencial, llevándola, en tiempo record, a los niveles que tenía su socio Alejandro Toledo.

Sin embargo, y a pesar de las evidencias, el Presidente Humala, su Primer Ministro, y varios de sus ministros, no sólo insisten en su posición, sino que la radicalizan, atacan e insultan.

Eso pasó con la norma dada por el Ejecutivo sobre el Servicio Militar, que generó un feroz ataque al Defensor del Pueblo.

Todo lo que le ocurre al Gobierno es de exclusiva responsabilidad del Jefe de Estado y de los miembros del Ejecutivo –incluyendo a la Primera Dama, por supuesto–. Es por sus decisiones y sus actos.


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