Enrique Castillo, Opina.21
CADE 2013 ha permitido que el empresariado recupere el entusiasmo y la expectativa que se había perdido por las CADE en los últimos años. En el 2012, en Arequipa –las Bodas de Oro– se tocó fondo. Ahora hay un punto de inflexión y eso es muy bueno.
Una característica muy importante de esta CADE, es que fue hecha por peruanos, con peruanos exitosos que plantearon un mensaje desde su experiencia en el Perú, para discutir los problemas del país, y para plantear propuestas que pueden beneficiar a los peruanos. Sin gurús extranjeros, sin experiencias importadas, sin rimbombantes títulos y referencias en inglés, y sin modelos hechos dogma; se trató de aterrizar y de pasar del pensamiento a la acción, y eso también fue muy bueno.
El entusiasmo general influyó para que todo sea y se vea positivo, y para que nadie se animara a plantear alguna crítica. Pero, para evitar que lo hecho se parezca a una noche de fuegos artificiales, si es bueno hacer algunos comentarios.
Un recambio generacional es bueno, refresca y renueva las ideas. Ha sido una buena idea poner a trabajar y convertir en protagonistas a los jóvenes empresarios del Perú. Pero se insistió tanto en el tema que parecía más bien una ruptura, un punto de quiebre. Y en esto, todos suman.
No estuvieron todos los peruanos que debieron estar. Faltó, para comentar y para escuchar, la presencia del sector público. Con la excepción del ministro de Energía y Minas, la Presidenta de Essalud y una viceministra, los ministros solo estuvieron para la foto final; ni presidentes regionales ni alcaldes; y con todos ellos se tendrán que trabajar los compromisos señalados y otros asuntos más. No hubo debate, y todo sonó color de rosa y hasta monocorde.
Tan ausente estuvo el Estado en esta CADE, que el discurso de clausura del Presidente parecía elaborado para otro evento.
Si esto es el comienzo o tan sólo una buena jornada en Paracas, lo sabremos pronto.
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