Carlos Meléndez,Persiana Americana
Las encuestas publicadas ayer coinciden en la misma foto: el exalcalde Castañeda superando con facilidad el 50% (59% según Datum, 53% según Ipsos), seguido, de lejos, por la alcaldesa Villarán (8% según Datum, 10% según Ipsos). El alcalde de San Miguel, Heresi, no despega y los candidatos de partidos tradicionales (¡y el fujimorismo!) apenas salen de la categoría “otros”.
El limeño se debate, hasta el momento, entre dos burgomaestres con experiencia. Castañeda y Villarán han gobernado Lima con diferentes énfasis sociales, lo cual trasluce la composición socioeconómica de sus apoyos: cuanto más se baja en el nivel de ingreso, el apoyo a Castañeda crece y el de Villarán se reduce. Así, el postulante solidario se convierte en el candidato de “los de abajo” y la de la chalina verde en “los de arriba”.
Se suele estigmatizar al elector “popular” como pragmático y tolerable a la corrupción. El “roba pero hace obra” como criterio del vecino de cono, es premisa para el sentido común opinológico. Lo cierto es que existe evidencia contraria. No es lo mismo ser corrupto que parecerlo. Según Datum, la gestión de Villarán ha sido más corrupta que la de Castañeda (49% vs 27%, respectivamente), por lo que su contraído apoyo popular sería el castigo por su ineficiencia (según la opinión pública) y su gestión deshonesta.
Quizás, “desde abajo”, exista otra estigmatización: “los de arriba” son corruptos (de cuello blanco) y si además no se muestra grandes obras, es porque los recursos fueron empleados suciamente. Esta hipótesis permitiría entender por qué cuanto más se defiende Villarán, más corrupta aparece y cuanto más calla Castañeda, más solido su caudal. Tales prejuicios juegan en la evaluación permanente de la oferta electoral.
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