Beto Ortiz,Pandemonio
Limeñito promedio se horroriza al ver a Tilsa sentada, por fin, en el sillón rojo. Le parece fatal que haya señoritas como esa señorita y programas como ese programa. Le parece nefasto pero, al mismo tiempo, qué rica que está la flaca, por mi madre. ¿Te imaginas lo que será tremenda hembra? Ufffff, cuñau. Ahí sí que El Loco campeonó en las grandes ligas, son cojudeces. Limeñito promedio sufre, en el fondo, porque mira lo que tiene al lado y sabe que jamás podrá aspirar a nada que ni lejanamente se le asemeje. “¡Sucia destructora de hogares! ¡Arderás en el infierno, maldita jugadora!” -piensa. Y mientras se come el coco, mientras se apuñala, mientras se tortura, se le aparece en la mente la imagen inalcanzable de aquel trasero celestial y demoníaco. Aléjate, Satanás. Vade retro. “Hay mujeres para el hogar y hay mujeres para la cama” -se consuela. Hembras para la cama hay miles, primo. Pero la que se queda cambiando pañales, trapeando la casa, soasando los ajos, esa es tu señora. Tu señññora. Nunca te confundas. Unas son para la calle, otras son para el hogar. Unas son para comer y otras son para llevar. Limeñito promedio la tiene recontra clara. Limeñito promedio tiene sus principios, no te creas.
Al entrevistado le crees o no le crees. No hay más. Y a Tilsa le creo porque la escucho hablar desde el centro mismo del amor desdeñado, del corazón pateado y pisoteado, desde la flor amarga del desengaño. Mientras seca otra lágrima en su mejilla empolvada, Tilsa es la voz del desamor. Cada vez que solloza su verdad, cada vez que le tiembla la voz y se ahoga a media confesión, percibo, en el aire, su humano despecho y lo comprendo. Casi podría decir que me identifico con su rencor. Supongo que no es varonil pero qué carajo. La entiendo. Traduzco el feroz manifiesto de cada uno de sus hondos suspiros. Un suspiro es el aire que te sobra por ese alguien que te falta. Tilsa tiene una daga en el pecho y sangra. Le pidieron que tuviera paciencia. Que un día no muy lejano serían felices. Que esperara y esperara y esperara. Que un día de éstos –podía jurárselo por lo más sagrado– él, por fin, se iba a separar. Que no la amaba. Que la iba a dejar. Pero ese día jamás llegó, lo cual significa que el plan consistía en que permaneciera, para siempre, oculta, secreta, falsa, clandestina. El plan era que ella fuera, precisamente eso: el plan. Y nada más. Pero no se puede hacer pataditas con el amor de una vengadora. No, no, no. Claro que no. La paciencia tiene un límite: dura hasta que se acaba. Y cuando eso pase, Dios tenga misericordia. Fíjate bien a quién le rompes el corazón. Tilsa tiene una daga en el pecho y sangra a borbotones frente a todos. Y todos la miramos sangrar, sin atinar a nada, muertos de miedo. Pero ten presente, de acuerdo a la experiencia, que tan solo se odia lo querido. Y que tan solo se goza lo prohibido.
Limeñita promedio apela siempre al argumento infalible de los niños. No importa el tema, no importa el caso, siempre hay que exclamar “¡Los niññños, piensen en los niññños, pobres los niññños!” porque contra ese argumento nadie puede, la coartada nunca falla. Nunca es Don Cacherito Pim Pim el que tiene que pensar en sus hijos antes de tomar la decisión madura, consciente, racional de optar por otra mujer que no es la mamacita de sus niññños. No. Él no tiene ninguna responsabilidad, él es un juguete de sus pasiones, él es un torbellino de testosterona, tú sabes cómo son los hombres, los hombres son así, no los vas a cambiar, hija, es su naturaleza. Cuando eso pasa, Limeñita promedio prefiere, siempre, hacerse la cojuda. ¿Acaso estás dispuesta a perderlo todo por una mosquita muerta, por una advenediza, por una huachafita? Eso jamás. Piensa en tus hijos. Tus hijos. Piensa en cuántos son y en qué porcentaje de sus ingresos te asignaría el juez por cada uno de tus hijos. Haz números. A ver, a ver. Raíz cuadrada de tres. ¿Acaso estás dispuesta? Por favor. ¡Los valores, los valores! Ante todo, la familia. Total, ¿quién es más vulnerable en esta historia? ¿Quién es la buena y quién es la mala? ¿Quién es la puta y quién es la santa? A ver, díganme. Limeñita promedio se solidariza siempre con la víctima. Y la víctima siempre es la madre. ¿Cómo? ¿Qué cosa? ¿A una madre? Yo, como madre, les digo… ¿Alguien se atreve a dudar de mi palabra? ¡Más respeto que soy tu madre!
Y hete aquí que la calzonuda Lima alcahuetea el pecado pero no el escándalo. La mayoría moral se indigna. La Trinchera Norte se indigna. Los peloteros se indignan (¡Por culpa de Tilsa no fuimos al mundial!). La gente digna se indigna. Los críticos especializados se indignan. Los machitos Ponce se indignan. La gente brava de la huaca de Magdalena se indigna. El comité de damas se indigna. Los indignados se indignan. Pero, qué horror, ¿Dónde se ha visto un padre de familia con una amante? Oh, qué barbaridad. Allá donde yo vivo eso no pasaba. Oh, qué espanto. ¿qué necesidad tenía esa señorita de abrir la boca de esa manera? ¿No tiene pudor, no tiene autoestima? ¿Acaso no sabe que lo que pasó, pasó, entre tú y yo? Nos parece absolutamente deplorable, ojalá que no salga al aire nunca, ojalá que lo prohíban. Bueno, listo, ya está. ¿Dónde lo vemos? ¿En tu casa o en la mía? Oh, qué repugnancia tan profunda la que me embarga, cuánta náusea espiritual. Yo llevo los chorizos y tú pones las chelas. ¿Cuándo le van a dar más difusión a los libros? La gente quiere más arte, más documentales, más cultura. Y pásale la voz al Chino Kike para que se haga cargo de la parrilla porque a mí nadie me mueve del televisor. ¿Por qué estarán tan desiertas las calles esta noche? ¡Pregunta doce!
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