22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana americana
Ayer continué con mi periplo burocrático –descrito en mi columna del lunes– para conseguir un simple certificado de antecedentes policiales. Esta vez fui a la sede principal de la Dirección de Criminalística de la PNP (Av. Aramburú 550, Surquillo).

La gestión puede alcanzar niveles inverosímiles: cola para la recepción de los requisitos, cola para fotografía, cola para tomar huella digital y luego, una última cola para pasar al segundo piso donde toman otras fotografías y completar más datos personales. Al final, hay una larga espera para que algún funcionario baje el documento con los sellos requeridos a recepción y, por fin, tener tan valioso certificado. Tiempo de espera: dos horas y diez minutos.

El lugar de los hechos –una sala que notoriamente rebasa su aforo permitido– se caracteriza por su precariedad y desorden. No guarda relación con un sector (Interior) que ha recibido los recursos públicos necesarios para mejorar su desempeño pero que, seguramente, ni siquiera es capaz de cumplir con los estándares de seguridad de Defensa Civil.

Le recomendaría al Ministro Urresti que, dada su vocación por el trabajo de campo, se dé una vuelta por estas oficinas (muy cercanas a su despacho), pero que lo haga sin cámaras ni reflectores, sino como un ciudadano de a pie. El “anonimato” del ciudadano regular le permitirá mayor empatía con los usuarios de los servicios de su responsabilidad y “percibir” en toda su envergadura el desempeño de sus subordinados.

Este es el tipo de historias mínimas que no tiene un final feliz, sino interminables secuelas de tragicomedias anunciadas, donde la víctima cotidiana no tiene posibilidad de redención. (Y el esperado héroe –el Estado– se convierte en el más perverso villano).


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