25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

En diciembre último sucedió un acontecimiento inadvertido e inédito en el devaluado quehacer político peruano: el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) presentó un exhaustivo trabajo sobre los procesos electorales que ha guiado desde su fundación en 1931.

Carlos Meléndez,Persiana americana
El estudio perpetúa una tradición académica realizada durante décadas. (Extrañamente, Fernando Tuesta no figura ni en la bibliografía). Su detallada y coherente información permite conocer las particularidades de la política peruana del siglo XX: Odría como candidato único en 1950 y su victoria con el 100% de la votación; la endogámica clase política que, en 1962, contaba con dos hermanos en diferentes planchas presidenciales; el empleo de símbolos electorales por primera vez en 1980, etc. Pero, más importante aún, muestra que el Perú se ha ido haciendo electoralmente más inclusivo (en 1931 solo votaba el 7.05 % de la población; hoy lo hace el 66.95%), a pesar de sus conocidas falencias.

El texto dista de ser una enciclopedia de datos curiosos; más bien tiende a la sistematización, reflexión y análisis al abordar la evolución de la normativa electoral, perfiles de los candidatos presidenciales e indicadores electorales georeferenciados.

El esfuerzo, con título homónimo a esta columna, es aún más destacable en un país donde las instituciones estatales no suelen poner al alcance de la ciudadanía información política confiable. Este tipo de trabajo muestra que el quehacer de una autoridad electoral sobrepasa la organización y supervisión de comicios. InfoGob (unidad especializada del JNE) cumple así una función clave en la producción de información agregada (“big data”, dirían los huachafos), indispensable para comprender mejor la práctica de nuestra democracia.


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