Carlos Bernuy (cbernuy@peru21.com)
A veces se suele pensar que alguien va a venir y te transformará por completo. Pensar así es limitar tu capacidad. Marcelo Bielsa puede que ni siquiera esté interesado en dirigir nuestra selección, pero si por alguna casualidad el futuro dice otra cosa, hay que pensar antes que si no cambiamos nuestro interior, así baje un ángel del cielo jamás lograremos algo.
Miremos la materia prima, los jugadores. Ellos tienen que aportar con un cambio. Con el ex DT del Athletic no hay engreimientos que valgan, ocurrencias torpes, amanecidas, juergas, salidas con bailarinas que les adelgazan la billetera o lesiones extrañas. Si el jugador no cambia de una buena vez, si no se vuelve profesional, el técnico no le va a poner una pistola para que lo haga.
El cambio también debe empezar en la persona de cada dirigente. Si en la FPF están pensando que Marcelo Bielsa va a hacer comerciales para satisfacer un sponsor, mejor que ni lo llamen. Porque si traen al técnico muchos dejarán de viajar para coordinar logística o deberán mudarse de las oficinas porque, para Bielsa, la Videna es solo de fútbol.
Debemos entenderlo nosotros, la prensa. Debemos comprender que cambiar es entender que Bielsa no es el entrenador ‘chacotero’, el que posará para promociones, dará entrevistas exclusivas, contará chistes ridículos o permitirá seguimientos hasta en su baño. Debemos que pensar que el mejor trabajo que hace un profesional, es cuando lo dejamos ser profesional.
Y la gente también debe cambiar. Bielsa no va a llevarnos a un Mundial simplemente por apellidarse Bielsa. Todo lleva un tiempo. El entrenador argentino es de quienes puede comprar frutas en un mercado o regalar entradas a un partido a niños pobres. Pero le gusta hacerlo en silencio. Sin ofensas directas cuando las cosas no funcionen.
Si todos los arriba nombrados están dispuestos verdaderamente al cambio, pues ahora hay que ver si a Bielsa le interesa tenernos como opción. Pero si, por el contrario, vamos a buscar un técnico con nombre para seguir siendo los mismos y esperando que haga un milagro, entonces no hay vuelta que darle. Estamos verdaderamente locos.
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