Ana pasó 20 años peleada con su madre. El motivo del alejamiento fue un malentendido que pudo ser solucionado en su momento, pero no lo hicieron. Fue una cosa tonta, como casi todas las peleas. Sin embargo, Ana se dejó llevar por el resentimiento y lo cargó durante décadas.
Recién cuando su madre fue diagnosticada con un cáncer en fase terminal decidió buscar la reconciliación. Ana escuchó la versión de su madre, por primera vez en 30 años, y entendió que había perdido demasiado tiempo por una frivolidad.
Abundan casos similares: padres e hijos que se pelean de manera feroz y llegan al punto de alejarse indefinidamente. Los motivos varían en cuanto a complejidad e intensidad. Los efectos, por su parte, son nocivos para los involucrados. El rencor puede influir en la autoestima, en la manera en que uno entabla relaciones sociales y hasta en la forma de ver del mundo.
MANOS A LA OBRA
En I Thought We’d Never Speak Again, libro de la estadounidense Laura Davis, se muestran ejemplos de padres e hijos que lograron reconciliarse. Casos que parecían no tener solución.
El libro plantea que la reconciliación es posible. No es fácil, ojo. Gran parte del proceso se alimenta de la motivación. Esto implica vencer el orgullo y aceptar que uno está equivocado. O que, por el contrario, está dispuesto a perdonar el error del otro. Hay que aprender a ceder. Todo esto cuesta mucho. Sin embargo, vale la pena intentarlo.
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