Es probable que este hecho te haya pasado alguna vez. Tomas el transporte público (ya sea una combi, cúster o una unidad del Corredor Azul o del Metropolitano) de pronto tus ojos se sienten muy pesados y, con la cabeza recostada en la ventana o en el hombro de tu compañero de asiento, te quedas dormido. Después de unos minutos te despiertas asustado, miras a todas partes tratando de ubicarte, pero sonríes y bajas del bus con total tranquilidad en tu paradero.
¿Qué pasó? ¿Cómo fue que lograste despertar en el momento preciso sin un aviso? ¿Qué clase de habilidad es esa? Bueno, todas tus dudas tienen una explicación razonable.
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El organismo de las personas es un conjunto de costumbres entrenadas en el tiempo. Del mismo modo que te despiertas temprano cuando tienes un compromiso importante al día siguiente, el cuerpo funciona con un cronómetro orgánico.
El doctor Juan Antonio Pareja Grande, director de la Unidad del Sueño de la clínica Quirón (España), citado por el portal Verne , explicó que “el sueño se regula de forma homeostática, de forma similar al hambre o a la sed. Se tiende al equilibrio”.
Es decir, dormir 10 minutos en el bus es un sueño superficial, pero reparador para el equilibrio de nuestro organismo. Aunque parece un sueño profundo, el cuerpo lanza distintas alarmas gracias a un ‘GPS cerebral’, lo que hace que escuches o mires entre sueños los avisos externos, así tu propio cuerpo todavía se mantiene en semivigilancia.
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El problema radica en que, cuando realizamos estos microsueños (que según estudios duran 7 minutos aproximadamente), dormimos en un sueño tan superficial que si no llega a los 15 o 20 minutos no es suficiente para el cuerpo.
Otro detalle es que si tu cuerpo se siente demasiado cansado por una trasnochada o le debes más de 10 horas de sueño, lo mejor es que pongas tu alarma porque lo más probable es que al dormir sí caigas en un sueño profundo que, como dicen en algunos memes, “te pases hasta Afganistán”.
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