Es duro aceptar que los hijos crecen. El drama llega a tal punto que resulta común que muchos padres no sepan cuándo ni cómo poner límites a la privacidad.
El problema es especialmente crítico en la adolescencia. Los chicos atraviesan una etapa de descubrimiento que poco a poco va configurando su nuevo mundo privado. Aparecen gustos, intereses y hasta “paltas” existenciales, los cuales permanecen ocultos ante los ojos de los padres. Es lo normal.
Sin embargo, los conflictos aparecen cuando papá o mamá quieren tener control de ese mundo privado. Es decir, hay padres que quieren saber qué está haciendo su “bebé” por más que ya tenga 15 años. Esta curiosidad puede llevarlos a buscar mensajes en el celular de los hijos, entrar a la habitación sin tocar la puerta o levantar el teléfono del anexo para escuchar qué hablan con los amigos. Los padres pueden argumentar que es una forma de protección, pero… ¿es la manera correcta?
Lo cierto es que las intromisiones dañan las relaciones. Los hijos pueden desarrollar emociones negativas hacia sus padres y, en vez de querer compartir sus cosas, lo que harán es mantenerse lo más lejos posible del control paternal.
Es por ello que lo ideal es obtener la información con un diálogo franco y abierto, una práctica que se construye desde pequeños.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.