“Mi hijo tiene 20 años y ya está en edad para trabajar”, comenta Pedro (50). “Cursa el sexto ciclo de su carrera, pero no quiere buscar un empleo ni unas prácticas. ¡Dice que no tiene tiempo!”.
“Sería bueno que colabore y deje de ser una carga”, dice Gloria (47). “Le he dicho que, si quiere tener plata para comprar ropa y salir con sus amigos, que trabaje”, cuenta Julio (42).
Expresiones de este tipo son comunes por parte de padres preocupados. Sin embargo, antes de mandarlos a trabajar “porque tienen que”, es importante evaluar la situación.
Si el joven aún estudia, hay que determinar las prioridades a partir de las siguientes preguntas:
- ¿Cuán necesario es que trabaje?
- ¿Debe acreditar prácticas?
- ¿Podrá equilibrar la carga laboral con la académica?
- ¿Sería conveniente que termine la carrera primero?
Las respuestas ayudarán a definir si es hora de que se sume a la población económicamente activa. En cambio, si el joven no estudia y no sabe qué hacer con su futuro, empujarlo a buscar trabajo podría ser un camino para sacarlo de la desidia, pero no el único.
“A veces, por presionarlos a hacer cosas terminan fracasando y odiando a los padres. En vez de obligarlos o amenazarlos, hay que motivarlos”, apunta Mirella (39).
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