Hace pocos días se difundió un video que muestra cómo dos pescadores del balneario Los Chimús en Áncash asesinan a pedradas a un lobo marino que había quedado varado entre las peñas. Los asesinos no tendrán ningún castigo. Si mañana yo decido matar a fierrazos a la mascota de algún aficionado a las corridas de toros, al jala pato o al yawar fiesta, tampoco tendría castigo. Para nuestras leyes, asesinar a un animal por placer no es delito, es solo una falta. Entonces, ¿por qué sorprende tanto cuando hablamos de violencia en las calles? Quien destroza el cráneo de un mamífero a pedradas bien podría destrozarle la cabeza a alguien. No es “el amor a los animalitos” lo que moviliza a más personas en el mundo a llamar la atención sobre este tema, es la preocupación por la insensibilidad y la falta de respeto a los más vulnerables lo que indigna. Nada tienen que ver las tradiciones porque evolucionan; de lo contrario, todavía sacrificaríamos niños como regalo a los dioses. Mientras el numeral 2418 del catecismo habla del trato correcto a los animales, aquí en Lima se premia al mejor torero con el Escapulario de Oro del Señor de los Milagros. Un doble discurso usado por aquellos que en la mañana se dan la paz en la misa y más tarde celebran la tortura.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.