25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

Se suele criticar con frecuencia la excesiva presencia de tecnócratas en instancias importantes de decisión estatal.

Carlos Meléndez,Persiana americana
Por ejemplo, el Consejo de Ministros recién se ha renovado con un énfasis técnico y, sobre todo, economicista. Debe ser la primera vez que cinco Phd en Economía comparten responsabilidades ministeriales (representando un 27% del gabinete).

La presencia de tecnócratas no sería criticable si no resintiera la participación necesaria de cuadros políticos que escasean. Jara y Omonte (esta última de Perú Posible) son las únicas ministras con notorias habilidades políticas. Cateriano y Albán sufren las dificultades propias de sus portafolios.

Existen por lo menos tres habilidades de las que el tecnócrata promedio carece. Primero, la noción de timing político. El técnico celebra por adelantado, por ejemplo, cuando reestructura un programa social que apenas se implementa. Políticas que ni siquiera han sido evaluadas, el tecnócrata las vende a la cooperación internacional como “best practice”.

Segundo, es insensible a la opinión pública. Así, medidas como el incremento de sueldos a ministros pueden acometerse sin anestesia. Están cegados por indicadores que desprecian consecuencias sociales. Creen que son “costos” que no manchan sus egos académicos.

Tres, la tecnocracia no elimina obstáculos fundamentales para reformas relevantes. ¿Cómo establecer políticas efectivas contra la inseguridad sin tocar el cuerpo policial? ¿Cómo transformar la educación pasando por alto las negociaciones con el Magisterio?

La tecnocracia sin criterio político se aísla en su conocimiento. El riesgo es aparecer como soberbio, dificultando aún más los acuerdos multipartidarios que la inexperiencia gubernamental ha socavado desde 2011.


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