Claudia Dammert,Actriz
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Claudia Dammert da la cara y repone Psicomedia, su celebrado unipersonal que tiene como protagonista a Patricia Pardo de Prado, una limeña de abolengo, un tanto racista y clasista (6, 7, 13 y 14 de marzo, a las 8 p.m., en el Teatro Federico García Lorca, Av. Salaverry 1910, Jesús María. Entradas: Teleticket). En el ojo de la tormenta por decir “los nuevos ricos son horrorosos”, Claudia señala que la frase no la dijo ella sino Patricia, su personaje.
Eres desbordante…
A veces soy muy desbordante, otras veces estoy en el borde (ríe). Soy una mujer que, a pesar de ser pequeña, soy amplia en mis movimientos; mi voz es fuerte y tengo un busto grande y sin siliconas… soy de origen teutón (risas). Bendecidos todos aquellos que han tenido la dicha de pasar por allí (ríe). Recuerdo que de joven era horriblemente flaca, asquerosa. A los 15 años lo único que me creció fue las tetas. Me sentí muy mal.
Tenemos una gran fijación mamaria…
Que es normal. ¿Qué es lo primero que ve un hombre? La teta de su madre. Y no es tanto una fijación erótica –aunque eros quiere decir ‘vida’– sino la búsqueda del nido, del vínculo afectivo. Uno nunca de olvida de aquella primera impresión de vida… y a las mujeres nos encanta (risas).
En el escenario, ¿el actor se muestra o se oculta?
Yo no escogí mi profesión por amor sino como una especie de herramienta para defenderme. Me hice actriz porque crecí y viví en un mundo de apariencias. Yo me sentía muy fea, pero todo el mundo me aplaudía. Tenía el talento de disfrazar mi sentido de fealdad con mi histrionismo, que también era otra apariencia.
Este mundo de apariencias corre transversalmente a la sociedad peruana…
Yo no fui criada en términos de ‘clase alta’ y ‘clase baja’, en mi casa no usábamos esos términos. Si haber nacido, si haberte educado y haber vivido en un espacio te hace de la ‘clase alta’, lo soy, pero eso es pura apariencia. Y yo me cansé de ellas: como uno de los personajes de mi unipersonal, yo aparentaba ser feliz pero no lo era.
¿Ya eres coherente?
Cada vez trato de serlo más. “No mientas”, le decimos a nuestros hijos, pero si alguien nos llama por teléfono, “dile que no estoy”, y les ordenamos decir una mentira. Hoy trato de ser coherente. Yo vivía una gran incoherencia: hablaba de valores, de salvar al mundo, y tenía una hija con bulimia, una hija con depresión, otro hijo que no me hablaba y un marido que me ponía cuernos… y yo lo sabía todo. Entonces me pregunté: ¿Quieres seguir siendo incoherente? Hoy estoy mejor.
¿Eres pituca?
No en el sentido del estereotipo. Si ser pituco significa cholear, ningunear, no lo soy. En Waripampa (Áncash), donde viví varios años, mi casa era de adobe, no tenía luz eléctrica, agua potable, refrigeradora, televisor y no tenía un trabajo fijo. Cuando vino la gente del INEI a censarme por no tener todo eso consideraron que vivía en pobreza extrema, en el nivel F, de fregada (risas). Sin embargo, tenía luz solar, agua de puquial y la gente venía conmigo a experimentar el ‘buen vivir’; sin embargo, para los estándares tradicionales, estaba fregada, era una pobre extrema.
¿Quién dijo “los nuevos ricos son horrorosos”: tú o Patricia Pardo de Prado, tu personaje?
Mi personaje, cucuchi darling (ríe). (Claudia se mete en su personaje y nos dice lo siguiente: “Hay que poner a airear este lugar, hay mucho mestizo”, y todos reímos). La gente que me conoce sabe que fue Patricia Pardo de Prado. Ahora, ni a ‘Lu’ ni a ‘Hu’ (Luis Favre y Hugo Otero) se les hubiera ocurrido una campaña tan regia: después de la frase me conoce todo el mundo, cucuchi darling. Yo me sé todo y más (Claudia metida, otra vez, en su personaje).
Luego de ese episodio, ¿Susana Villarán te pidió que ya no la apoyases?
No tenemos ninguna relación personal, pero siempre la he admirado. Sé de ella desde que se fue a vivir, por conciencia política, a una barriada. Como ministra de la Mujer hizo una labor excepcional, y cuando decidió ser alcaldesa la apoyé. Y nadie me llamó a pedirme que deje de apoyar al ‘No’ en la revocatoria.
Tu frase fue usada para desprestigiar la campaña por el ‘No’…
Pero no les ha funcionado. Quisieron usarme, pero no pudieron porque yo solo me dejo usar por quien quiero (ríe).
¿Tienes clase?
He recibido clases de ‘clase’ de campesinos. Don Miguel, mi peón, por su actitud, por su comportamiento, por su corazón, era un señor. Por eso, cuando me hablan del ‘señor’ F (se refiere a Alberto Fujimori), yo digo: “¿Qué señor? ¿Un asesino es un señor? ¿Un mentiroso crónico es un señor?”. Un señor es alguien seguro de sí mismo y con identidad, algo que nuestro país aún no tiene.
AUTOFICHA
- Como Napoleón, soy hiperbólica (ríe). Mi sensibilidad social la heredé de Juana Alarco de Dammert, mi bisabuela. Por ella se creó el Hospital del Niño.
- Vengo de una familia donde la ‘clase’ se determina por los actos, no por dónde, ni cómo, ni con qué uno haya nacido. Mi estirpe es guerrera.
- Patricia Pardo de Prado no soy yo, es un personaje que creé en 1975. ¿Tengo clase? Tengo todas las clases. ¿Racista? Sí, me gustan todas las razas (risas).
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