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Opinión

“El afán de la izquierda por dividirse parece estar en su ADN”.

No es novedad lo que sucede en el Frente Amplio: el afán de la izquierda por dividirse parece estar en su ADN. Pero ¿por qué preocuparse tanto por una unidad a rajatabla? ¿Es que la izquierda no puede ir separada a las elecciones, como lo hace la derecha? Puede y quizá sea favorable para este sector político potencialmente muy importante. En fin, juntos o separados, lo importante son dos “detalles”: uno, el FA se convirtió en la tercera fuerza electoral (18%) en las últimas presidenciales, algo que no ha pasado a menudo en casi un siglo de vida de la izquierda en el Perú, lo que significa que puede convertirse en una alternativa de gobierno; y dos, en gran medida, las diversas fracciones de la derecha manejan el poder en el país: el económico, el político, el mediático y el tecnocrático, por mencionar cuatro ámbitos. Es decir que, a diferencia de lo que parecen pensar muchos en la izquierda, el poder no se reduce, ni de lejos, al Ejecutivo y al Congreso. Ganar una elección, incluso la presidencial, solo otorga una porción del poder, ni siquiera la mayor.

Si se acepta que la “era” de la revolución ha concluido –y debería aceptarse ya–, hay que admitir que gobernar en democracia obliga a asumir con firmeza y consistencia la propuesta que se plantee como izquierda –que implica inevitables diferencias con muy sólidos poderes– y, simultáneamente, desarrollar una gran capacidad de diálogo y negociación. Gobernar en democracia es eso; algo muy complicado, pero no hay otro modo de hacerlo. ¿Podrá con esto la nueva generación? Ojalá que sí. De lo contrario, mejor que se declare como “grupo de presión permanente”, pero no como movimiento, frente o partido que se prepara para gobernar.


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