22.NOV Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

“La gran mayoría no votará por Castañeda para la reelección. Ya perdió su aura invencible”.

El miércoles fue el aniversario de la capital. La ciudad intratable y fea en la que vivimos casi un tercio de peruanos. No es fácil vivir aquí. Casi todo funciona mal. El transporte público mella la dignidad humana. El transporte privado es una caricatura de lo absurdo: todos atollados, estresados y perdiendo el tiempo. La inseguridad marca a las calles. Todos hemos sido asaltados alguna vez. Mientras las mujeres enfrentan diversas formas de violencia, desde el faltoso piropo hasta la misma muerte. Observando al conjunto, y no solo a sus barrios excepcionales, Lima no le ofrece servicios públicos adecuados a sus habitantes. Peor aun, es un laberinto listo para sucumbir al próximo terremoto.

Además es horrible. Si quitamos ese par de lugares amables que le dan ese sello distintivo en el continente –hablo de los parques que dan a la bahía–, solo nos queda el desorden y esa forma de desprecio colectivo que se ejecuta en una arquitectura simplona o improvisada. Aterrizar en Lima o llegar a cualquiera de sus terrapuertos –formales e informales– da igual, la bienvenida siempre es agresiva y el paisaje deplorable. Una pintura de edificaciones precarias y fachadas cochinas.

Vivimos en una polis sin cabeza. Que el alcalde metropolitano tenga, según Ipsos, más rechazo que aceptación habla de una impaciencia imparable. Según la encuesta, la gran mayoría no votará por él para la reelección. Castañeda perdió su aura invencible. Recordemos que fue nuevamente elegido ante la ausencia de opciones viables o atractivas: esa mayoría no votó por una visión de ciudad –ningún candidato la portaba– sino por un supuesto paquete de obras seguras. Pues bien, esta caída en su popularidad nos está diciendo que el modelo “cemento” está llegando a su fin… pero carecemos de un modelo alternativo y deseable para su reemplazo.

El problema es que no sabemos hacia dónde ir. Gestiones auspiciosas en algunos distritos se encuentran con vecinos tradicionales y cosmopolitas (sí, cosmopolitas) que se quejan porque sus espacios públicos se abren a todos, le dan prioridad al peatón y la bicicleta y buscan integrar zonas residenciales con comerciales. Mucha gente no está dispuesta a humanizar a esta malvada ciudad porque en el caos se siente más segura (o saca algún provecho de esto).

No imaginan (o no están dispuestas a imaginar) que en otro tipo de ciudad podríamos estar todos mejor, mucho mejor. Pero no, prefieren pagar por recreación o vigilancia, encerrar su balneario o enrejar su barrio, linchar delincuentes o cachetear policías. Cada quien pelea por su isla. Cada cual con su propia cárcel.

Lima es una ciudad fea e intratable que viene siendo gobernada por la inercia de sus vecinos y autoridades. Qué gran aniversario.


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