18.ABR Jueves, 2024
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Opinión

“Cuando cae uno caen los demás, porque son vistos como parte del mismo desprestigiado juego político”.

Las últimas encuestas (GfK, CPI y Datum) nos traen la confirmación de lo que se veía venir. La aprobación nacional del presidente comenzó a caer en el último mes, antes de cumplirse los convencionales 100 primeros días. La cosa se nota más grave cuando se observa que la desaprobación al presidente sube de forma significativa en los estratos medios y más pobres. Según Datum, si en agosto estuvo en apenas 14%, ahora se ha incrementado a más del doble. Algo semejante sucede con el premier Zavala y sus ministros más mediáticos.

Esto se explica en parte por el indignante caso Moreno, la desgracia en Las Bambas, la inconsistencia de la bancada oficialista y las denuncias contra algunos funcionarios y asociados al “partido” de PPK. Según todas las encuestas, los ciudadanos ya evalúan el desempeño del gobierno por debajo de sus expectativas iniciales. De la misma forma, los atributos positivos que detentaba el presidente (liderazgo, energía, empatía, respeto, etc.) también están en declive.

Otra forma de entender esta caída inicial –que resulta más pronunciada que las sufridas por los presidentes anteriores– tiene que ver con la ausencia de banderas del gobierno de Kuczynski. En todos los estudios los encuestados no reconocen temas clave de esta gestión, tampoco ningún logro relevante. Para GfK, algunos valoran su viaje a China y Estados Unidos. Según Datum, lo que más aprecian son las primeras acciones contra la delincuencia. Sin embargo, más de la mitad de la gente no está suficientemente informada acerca de las primeras iniciativas que el gobierno ha venido anunciando.

Pero el Ejecutivo no cae solo. Los otros poderes del Estado también han visto mermada su aceptación popular, incluyendo a la presidenta del Congreso que, según Datum, tuvo una auspiciosa aprobación del 42% y ahora está en 29%. A su vez, los detractores de Keiko Fujimori (53%), Verónika Mendoza (56%) y Alan García (79%) son muchos más que sus seguidores. En otras palabras, si la nueva gestión comienza mal, esto no necesariamente le favorece a sus opositores. Cuando cae uno caen los demás, porque son vistos como parte del mismo desprestigiado juego político. Las encuestas muestran que para la mayoría los principales problemas del país son la inseguridad ciudadana y la corrupción, y ninguno de los actores políticos es percibido como un agente clave para vencer estos flagelos. Por el contrario, son considerados como parte del problema.

El desafío del nuevo gobierno no es de comunicación sino de liderazgo. El gobierno no logra proponer una agenda, solo reacciona a las crisis. Y el reto de sus opositores es parecido: mientras unos se están dividiendo (izquierdas, Apra, PPC, AP, etc.), los otros, como el fujimorismo, se hunden en los dimes y diretes de eso que la gente llama la politiquería.


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