Las delaciones del caso Odebrecht podrían generar efectos mucho más perjudiciales de los que a simple vista aparecen. Apenas percibimos la punta del iceberg de las revelaciones y una demoledora desconfianza se ha instalado en los peruanos contra todo el establishment. Desconfianza ante los políticos, empresarios, abogados, periodistas y, por supuesto, el sistema de justicia. Según encuesta de Pulso Perú publicada en Perú21, 54% cree que no pasará nada con el caso. Y la caja de Pandora aún no se ha abierto.
Ecoteva, con su protagonista Alejandro Toledo, el caso judicial más sólido hasta el momento, no ha logrado siquiera activar los más elementales reflejos de los jueces y fiscales de ese expediente. Gracias a la justicia brasileña, se ha confirmado que la constructora Camargo Correa depositó de manera ilícita US$6 millones por el tramo 4 de la Interoceánica en las cuentas del amigo Josef Maiman. Ante la justicia estadounidense, un delator de Odebrecht indica incluso que la oferta de soborno no provino de ellos. “Un empleado de Odebrecht fue abordado por un intermediario de un alto funcionario del gobierno peruano, quien ofreció apoyar la oferta de Odebrecht a cambio de pagos ilegales”. Han confesado de manera puntual que, por la construcción de la Interoceánica Sur promovida por el hoy ex presidente, se pagó sobornos. Por mucho menos que eso cientos, si no miles de peruanos, están en prisión. ¿Por qué no ocurre eso con Alejandro Toledo? Hasta hoy, Toledo no tiene aún orden de impedimento de salida ni de detención preventiva. El viernes, tranquilamente, abandonó el Perú.
El punto es que tanto desengaño y tanta sensación de impunidad pueden convertirse en los ingredientes perfectos de un peligroso viraje hacia el antisistema. La paciencia puede agotarse y buscar salidas desesperadas.
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