“Dead man walking”, en español “hombre muerto caminando”, es una conocida frase utilizada en las prisiones estadounidenses para los sentenciados rumbo a su condena de muerte. Alguna vez la escuché en referencia a un ministro cuya salida era un secreto a voces y, por tanto, su poder estaba en vías de extinción. Otra más común y conocida es la de “pato rengo”, traducción de la expresión, también estadounidense, “lame duck”, término sarcástico con el que se refieren a presidentes o congresistas próximos a dejar el cargo. En los hechos, ya no mandan.
Quienes alguna vez han transitado por los pasillos del poder conocen bien el significado de expresiones como estas. Es el momento en que tu teléfono celular empieza a dejar de sonar, las invitaciones no llegan como antes y los cortesanos de ayer apenas si te sonríen. Si hay posibilidades de retorno, sin embargo, quedarán todavía los más leales o los desesperados. El poder es una droga de la que les cuesta alejarse a gobernantes y colaboradores. Por eso, y por las razones de las que hoy tenemos certezas, Toledo siguió hasta hace un año insistiendo en su retorno al poder y, pese al terremoto Ecoteva, tenía quien lo defienda. Carmen Omonte no encontraba mentiras en sus explicaciones, solo omisiones. Para Juan Sheput, era una venganza del fujimorismo y el aprismo por su lucha contra la corrupción. Susana Villarán aceptó muy agradecida el apoyo de su partido dentro de una coalición en busca de un segundo mandato municipal. Todavía no era un político muerto.
Hoy, Toledo está completamente abandonado a su suerte, apenas acompañado por Eliane Karp; para muchos, el cerebro de sus finanzas ilícitas. Hoy sí se escucha “hombre muerto caminando”, mientras lo borran de sus agendas. Así son nuestros políticos; si te he visto no me acuerdo.
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