Desde la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, Duberlí Rodríguez se ha pronunciado de manera excepcional sobre el caso del ex presidente Ollanta Humala. Rodríguez puso a un lado el principio de imparcialidad y con sus declaraciones transmite un mensaje temerario para los jueces y fiscales que llevan el caso Humala.
El presidente de la Corte Suprema ha advertido que la versión de un colaborador no será suficiente para pedir prisión preventiva. Premisa verdadera pero incompleta. Tras el caso Humala-Heredia, no hay solo una o dos confesiones de peso, sino también la recopilación de una numerosa serie de hechos incriminatorios que no son tomados en cuenta por el presidente del Poder Judicial. Rodríguez ha dicho, igualmente, que el aporte de US$3 millones que se le imputa a Humala “no se dio cuando estaba de presidente sino cuando estaba de candidato, por lo tanto (…) técnicamente, no es un delito de corrupción de funcionarios”. ¿Le compete a él establecer la tipificación de los delitos de un caso particular? Para cerrar su alegato, para él las medidas preventivas respecto a Humala ya están dadas, hay impedimento de salida y comparecencia restringida. En buen cristiano, no se diga ni dicte nada más.
La lucha contra el lavado de activos es una batalla difícil, aquí y en el resto del mundo. Una lucha contra el dinero mal habido que, por su complejidad, se han tenido que dictar leyes nuevas para perseguirlo.
Duberlí Rodríguez es un magistrado que por su experiencia de vida debería entender mejor que nadie sobre complejidades. Emergió de la pobreza extrema, fue diputado por Izquierda Unida y estuvo preso por revueltas políticas. Hoy ocupa el máximo cargo del Poder Judicial. No desperdicie la oportunidad que un caso como Odebrecht nos está dando para hacer limpieza.
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