Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista
Hoy tenemos, a diferencia de antes, una industria eficiente, competitiva, exportadora, más diversificada..
Voces provenientes desde la izquierda conservadora (digo conservadora para diferenciarla de aquella izquierda moderna lamentablemente inexistente en el Perú) repiten hasta las nauseas que el modelo económico peruano es “primario-exportador”, que la actividad minera carece de valor agregado y que la apertura comercial nos ha desindustrializado.
Vamos por partes. El valor agregado consiste en toda la riqueza que agregamos aplicando trabajo y capital a algún insumo o recurso natural. Esta riqueza la comparten tres grupos: los trabajadores (remuneraciones), el capital (utilidades) y el Estado (impuestos).
Con la excepción de una pintura de Rembrandt o una novela de Vargas Llosa, dudo que exista actividad con mayor valor agregado que la minería. Esta actividad busca minerales en el subsuelo, pero, para volverlos realmente riqueza, debe primero encontrarlos (prospección); luego, debe evaluar si son suficientemente ricos y abundantes para justificar la gran cantidad de esfuerzo que requiere extraerlos (factibilidad) y, finalmente, debe construir la operación industrial para explotarlos. En pocas palabras, puro valor agregado. Tomó algo sin valor alguno (el mineral bajo tierra) y lo convirtió en riqueza, donde la parte del león se la lleva el Estado.
¿Que la apertura desindustrializó al Perú? En efecto, la apertura ocasionó el cierre de muchas fábricas. ¿Pero cómo llamar “fábrica” a una operación que toma insumos y “produce” algo que, en el mercado internacional, vale menos que aquello que utilizó en “producir” y que luego vende al sacrificado consumidor local? Yo no calificaría a tal actividad como productora de riqueza. Por el contrario, se está destruyendo riqueza. ¿Y, entonces, cómo sus dueños eran tan prósperos? Muy simple: el Estado prohibía la competencia del productor extranjero a costa del consumidor y el propio Estado, que dejaba de cobrar por las importaciones. ¿Ejemplos? Innumerables: desde las plantas ensambladoras de automóviles, licuadoras y equipos de radio y televisión, pasando por “productoras” de fertilizantes y resinas plásticas. Estas son las empresas que (felizmente) han desaparecido del Perú.
Hoy el Perú es una economía abierta; su promedio arancelario ponderado por importaciones es menor al 2% (eso sí, al igual que el producto nacional, el importado tiene que pagar en la aduana el IGV del 18%).
¿Se desindustrializó el país? ¡Claro que no! Hoy tenemos, a diferencia de antes, una industria eficiente, competitiva, exportadora, más diversificada y, como si fuese poco, mucho más grande. Encontramos hoy industriales peruanos, sin protección arancelaria alguna, que producen los enormes buses de dos pisos que vemos en Chile o Colombia y que compiten con los producidos en Brasil o China. Las minas en Canadá compran maquinaria minera peruana. Y así innumerables sectores que producen químicos, productos plásticos y metálicos, textiles, grupos electrógenos o equipos de bombeo, y que compiten con ventaja en el exterior. Ya rondan por aquí representantes de las grandes automotrices asiáticas evaluando producir autos para exportar a la Alianza del Pacífico. ¿Podemos tener aún más industria eficiente, de esa que sí crea valor agregado? Claro que sí, solo hay que pedirle al Estado que deje de obstaculizar la creación de riqueza con su maraña de trámites y se vuelva un verdadero promotor.
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