03.MAY Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Mucho antes de finalizar la década de crecimiento que terminó en el 2013, la economía daba ya señales evidentes de desaceleración. Todo el impulso que produjo aquel crecimiento se disipaba ante la complacencia del gobierno. Mientras que esos dos poderosos motores de la economía peruana, el dinamismo de la inversión privada y el crecimiento de las exportaciones, perdían fuerza día a día, se nos predicaban augurios absurdos de crecimiento del orden del 6%. Mes tras mes el gobierno tuvo que corregirse hasta anunciar hace poco su último pronóstico: “El Perú crecerá 3% en el 2014”. Se equivocó nuevamente; es seguro que deberá darse por enterado de que crecimos solo 2.5%, o algo menos.

Lejos de abocarse a remediar aquello que marchaba mal, hemos presenciado desde junio anuncios de “paquetes reactivadores” basados en un fútil intento de aumentar el gasto del gobierno y el de los consumidores buscando solo conseguir alcanzar la meta de crecimiento del año sin tomar medidas reales que aumenten el potencial de la economía. La inversión privada y las exportaciones, que crecían de manera vigorosa, cayeron el año pasado deprimidas por la incertidumbre externa y, sobre todo, por la desconfianza interna, ambas atizadas por el gobierno; en el primer caso con las proclamas de “vacas flacas” y “viento en contra”, y en el segundo por la falta de sentido de rumbo y sospechas de corrupción generalizada. La disminución de los precios de las exportaciones es un factor insignificante frente a la formidable complacencia con la que hemos visto caerse decenas de proyectos mineros, petroleros y de infraestructura, todos rentables y financiados por el sector privado mientras se atinaba a anunciarnos solo el increíble desperdicio de la construcción de una inútil refinería (otro golpe más a la confianza). ¡Los anuncios de triplicar el volumen de exportación de cobre ahora se reducen a titulares que hablan con optimismo de un 13% de aumento! Para este año, un manejo diligente debería ya haber conseguido que, al menos, tres megaproyectos mineros estén produciendo.

Se pronostica ahora un crecimiento de 5% para este año. Esta es una tasa modesta para un país que invierte 27% de su PBI, que goza de una fortaleza macroeconómica envidiable, y donde tres décadas de atraso ofrecen innumerables oportunidades de proyectos y negocios rentables. Creo que, para acercarse a esa cifra, el gobierno debe plantearse un programa mínimo: (1) poner fin a sus escaramuzas con la oposición; (2) abocarse a que proyectos como Tía María, Línea 2 y otros empiecen a construirse; (3) asegurar que la próxima oferta de lotes petroleros no sea un total fracaso; (4) conseguir que la disminución del precio de los combustibles llegue al consumidor; y (5) eliminar el castigo al consumo que causan las sobretasas agrícolas.


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