25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

El destape del caso López Meneses (un ex colaborador de Vladimiro Montesinos con protección policial especial) nos permite graficar el tipo de anti política vigente en el país.

Carlos Meléndez,Persiana americana
La debilidad de los partidos y la devaluación de las formas políticas (“conversar no es pactar”, negociaciones y coaliciones) han llevado al uso y abuso de mecanismos perversos e ilegales de acceder a información y de relacionarse con el rival. El cálculo político en la actualidad se basa, en buena parte, en un audio chuponeado o en el tráfico de influencias ofrecidos por terceros funcionales.

La política se ha ‘tercerizado’ de un modo siniestro. No solo los políticos (gobernantes y opositores), también inversionistas y hasta periodistas cuentan con su ‘experto en seguridad’. Estos ‘consultores’ son remedos a pequeña escala del ex jefe del SIN. Sus organizaciones son una suerte de pymes del espionaje. Son emprendedores emergentes de la mafia dedicados a destruir a un competidor electoral o infiltrarse en un movimiento social. No conforman una estructura de poder paralelo porque hasta ahora no han sido centralizados bajo un mismo dominio. No están incrustados en el Estado (como el SIN) pero pululan alrededor de él. Su existencia fuera del control gubernamental (que aumenta la posibilidad de su empleo para intereses particulares y no para una “causa nacional”) grafica otra dimensión de la debilidad estatal: Su incapacidad para monopolizar este tipo de violencia evidencia el fracaso de la gestión Humala para poner orden en materia de seguridad e inteligencia, si acaso quedaban dudas.

Este es el post montesinismo, el “montesinismo sin Montesinos”, la infame legitimidad que cobran prácticas ilegales en reemplazo de la política democrática.


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