Guido Lombardi,Opina.21
glombardi@peru21.com
Para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, es indispensable compartir el recuerdo puesto que no es frecuente encontrarse con hombres de su calibre. Personajes que a su identificación con los desposeídos y a su emoción social pueden añadir una auténtica vocación política.
De hecho, en un momento en que se denostó de los políticos, ese es el nombre que le da a su autobiografía: “Político por vocación. Testimonio y Memoria” (1996).
Discípulo de Francisco Mostajo como otros arequipeños de su generación (Villegas, Mario Polar, Jaime Rey de Castro), tuvo oportunidad tempranamente de mostrar esa vocación y combatió con el mismo temple a las dictaduras de Leguía, Sánchez Cerro y Odría. Promovió la participación de los jóvenes en la vida política a través de la fundación del Frente Democrático, y luego, con Jorge Basadre y Óscar Trelles, del Partido Social Republicano. Participó activamente en el movimiento de diciembre de 1955 en Arequipa que provocara la derogatoria de la Ley de Seguridad Interior y la renuncia del ministro Esparza Zañartu y, gracias a ellas, la convocatoria a elecciones libres.
La falta de auténticas vocaciones políticas, como la de don Javier, debe ser hoy nuestro principal problema. Su legado es el de un hombre que privilegió la vigencia del Estado de derecho como garantía de la libertad y los derechos individuales. De él se puede decir algo que parece extraño en nuestros días: que trabajó desde el poder para servir a los demás.
No es casualidad que, retirado de la política, dedicara sus esfuerzos a escribir un notable estudio sobre Vizcardo y Guzmán, el primer americano en clamar por la independencia del yugo español. Fue un hombre cabal, frugal, íntegro. Honor a su memoria.
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