25.NOV Lunes, 2024
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Opinión

En el Perú llevar adelante políticas de Estado (medidas que trasciendan gobiernos) es, sobre todo, producto de la casualidad. Los casos exitosos (como acaba de demostrar nuestra diplomacia) se explican por incentivos adicionales más que por la visión de los gobernantes.

Carlos Meléndez,Persiana americana
En el caso de Relaciones Exteriores fue el sentido patriota (y anti chileno) el que contribuyó a la continuidad del equipo desde Toledo, García y Humala. Pero es la excepción.

Para construir una política estatal trascendental se requieren: voluntad política de Palacio de Gobierno, visto bueno del MEF, acatamiento de la burocracia correspondiente (policía en Interior, magisterio en Educación, federación médica en Salud), desprendimiento de la oposición (sumar en vez de criticar destructivamente), un equipo tecnocrático pero sensible al timing político. Fíjese usted la dificultad para alinear a todos estos astros.

Políticos y analistas invocan seguir el ejemplo de Cancillería e impulsar reformas estatales en áreas donde seguimos en el siglo XX, como seguridad y orden interno, educación y salud. Pero es ingenuo hacerse ilusiones. Hoy muy pocos se acuerdan del Acuerdo Nacional, la continuidad en política económica se explica por el pragmatismo e ignorancia de varios mandatarios (y sus temores de meter la pata), y el Programa Juntos se ha salvado de la politiquería por pasar desapercibido.

Necesitaríamos que toda la clase política cambiase de chip y eso es improbable cuando el ‘debate’ nacional se concentra en nimiedades. Así pues, políticas de estado consensuadas no van a salir. Son casuales, productos del azar. Por ello, continuaremos siendo un caso emblemático de oportunidad perdida.


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