06.MAY Lunes, 2024
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Opinión

No es que todo tiempo pasado fue mejor, pero algunas cosas se extrañan.

No es que todo tiempo pasado fue mejor, pero algunas cosas se extrañan. Son lejanos los años cuando se decía que en cada distrito del país, junto con la iglesia y la comisaría, en épocas de legalidad, siempre se encontraba un local del Apra abierto para eventos y escuelas partidarias. Las células del Partido Comunista en Vitarte, Cusco, Cerro de Pasco, etc., se reunían en locales sindicales y barrios populares.

En los años 60 del siglo pasado, los estudiantes de las universidades discutían los problemas del mundo, de América y de nuestro país; se peleaban por ingresar al Congreso para escuchar y aprender de los interesantes debates de entonces. Los “cuatro gatos” de la Democracia Cristiana hacían de la Doctrina Social de la Iglesia y las últimas encíclicas sus bases fundamentales de identidad política. El social progresismo de Salazar Bondy se abrió un espacio entre la izquierda comunista y el Apra, sin temor a la participación del Estado en la economía. Los grupos de la izquierda marxista en los 70 destacaban sus mejores cuadros a organizar rondas, federaciones campesinas y frentes de defensa; muchos de ellos dejaban los estudios para asumir esta tarea.

A todos los animaba una ilusión compartida, cambiar las bases de una sociedad injusta. La polémica se centraba por el camino a seguir, no por personas o simples candidaturas. Cada militante cotizaba en su comité, donde se planificaban las actividades y se captaban nuevos “postulantes” a militantes. La política era acción cotidiana, pero también pedagogía.

Es verdad que los tiempos han cambiado, y mucho. Ahora no pocos partidos se han transformado en franquicias electorales y “el qué quieres y el qué me das” se ha convertido en el sentido común de la política.


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